martes, 5 de agosto de 2008

La soledad

Tal vez me lo busqué, tal vez el único culpable soy yo mismo, pero cada día que pasa me estoy sintiendo más sólo, y no hay nadie a mi alrededor que me haga compañía. Me siento tan solitario en medio de un desierto, donde ni siquiera hay un oasis donde pueda calmar la sed que me quema la garganta, no encuentro en 20 millas a la redonda una mano amiga que me pueda salvar de este letargo infinito, y para colmo, mi humor va de mal en peor con el paso de los días, siento un cambio profundo dentro mío que, espero, no dure mucho tiempo más.

Necesito un salvavidas que me ayude a poder salir a flote para que la corriente no me arrastre salvajemente hacia la nada, hacia el ostracismo, hacia el abandono. El temor me ronda como un fantasma constante en mi vida... ¿temor a qué?, a la maldita soledad, a no tener al lado mío nadie que me tienda la mano cuando necesite una ayuda, a no tener un oído que escuche lo que nadie sabe, alguien a quien confiarle mis más íntimos secretos, consciente de que no van a ser revelados nunca.

Temo a que me falte ese cable a tierra que me desconecta de la realidad, temo que me falte ese remedio contra la enfermedad, al decir de Joaquín Sabina, que se llama Soledad.